Entrevista en Puentes de Papel


Puentes de Papel /19/2/2022)

Creada en 2015 por el ensayista, editor, aforista y gestor cultural José Luis Trullo, la revista digital El Aforista se ha convertido en una publicación esencial sobre el arte del aforismo. Ahora, tras un lustro de recorrido temporal, cierra sus páginas, aunque los contenidos siguen en red a disposición de todos.

 ¿Cómo surge la idea de la revista? ¿En qué medida confía en el aforismo como única estrategia expresiva  de la publicación?

Yo siempre he escrito aforismos. Mi diario literario –que empecé en 1992– está compuesto en ese formato, por inspiración directa de mis lecturas predilectas; es el caso de los publicados de Peter Handke, de Elias Canetti o de Joseph Joubert.  Ya en 1994 publiqué mi primer artículo en prensa sobre el aforismo (“¿Qué es un aforismo?”), y en 1995 hice otro tanto en las páginas de La Vanguardia con uno  titulado “Escrituras fragmentarias”, que aún puede consultarse en línea. Años más tarde, siendo usuario habitual de la red social Facebook, detecté una creciente presencia de aforismos de gran calidad literaria escritos por personas desconocidas para mí por aquel entonces, entre ellas, Manuel Neila, Miguel Ángel Arcas, Elías Moro o el propio José Luis Morante. Surgió entonces la idea de publicar la que yo creía iba a ser la primera antología del género en España, Aforistas españoles vivos, que en principio debía asumir Karima. La edición se retrasó por motivos que no vienen al caso, de modo que fundé Libros al Albur y, en el ínterin, José Ramón González sacó a la luz Pensar por lo breve, de una vocación mucho más amplia e integradora. Unos meses después, aparecía la mía y, para contribuir en su difusión, creé El Aforista. Poco a poco, lo que iba a ser un mero instrumento de promoción comercial fue creciendo entre mis manos, hasta convertirse en un escaparate del género más breve de todos los tiempos.

¿Cuáles son las secciones que articulan la trayectoria de la revista?

Básicamente, tres: la recapitulación de los grandes autores del género (agrupados en “clásicos”, “modernos” y “actuales”), una sección de reseñas de novedades editoriales y otra de participación: “inéditos” y “entrevistas”, con un Cuestionario Chamfort al que he sometido a los principales referentes del género en España. Por lo que me cuentan lectores de El Aforista, para muchos se acabó convirtiendo en una referencia de uso habitual, y saber eso me animó a prolongarlo durante todos estos años, completándolo con secciones como la Enciclopedia de Libros Españoles de Aforismos, en la cual espigaba mis aforismos predilectos de más de cien títulos actuales.

Todo proyecto pretende cumplir una serie de objetivos básicos ¿Cuáles eran los propósitos de El Aforista?

Ante todo, compartir un entusiasmo. Creo firmemente que la alegría es expansiva y busca compañeros de viaje. El hecho de haber cultivado de manera solitaria y pertinaz un género considerado “menor”, y el encontrar a quienes también lo hacían con idéntica vocación, estimuló en mí la voluntad de divulgar la existencia de unos textos que, tiempo después, sigo estimando por su calidad literaria intrínseca. Aparte, puedo congratularme de haber servido como imán de talentos más o menos ocultos que, gracias a El Aforista y a Libros al Albur, han podido salir a la luz, como el caso de Francisco Ferrero, Emilio López Medina, Gemma Pellicer o Victoria León.

Quien haya seguido la travesía de estas páginas digitales, percibirá una fuerte  complicidad con la tradición. ¿Qué nombres preferentes sostienen la casa del aforismo contemporáneo?

Cada aforista tiene su propio panteón particular, qué duda cabe. En el mío figuran aquellos que ya cité anteriormente, junto a otros como Oscar Wilde, Fernando Pessoa, Paul Valéry o Émil Cioran. Personalmente, me decanto por los aforismos que comparecen entre las páginas del cuaderno literario, que es un formato que practico y que siempre me ha llamado la atención. Es más, pienso que es en esa sede donde el aforismo brilla con mayor intensidad, pues en la escritura diarística, un tanto silvestre y anómica, irrumpe con decisión y capacidad persuasiva.

Otro contenido esencial ha sido el de dar visibilidad a nuevos descubrimientos literarios. ¿Qué autores nuevos le parecen dignos de seguimiento por su calidad?

Aparte de los que ya he citado, creo que son muchos los aforistas en activo que despliegan una singuladura personal, tan difícil de mantener en este ámbito. De entre los jóvenes, Rosendo Cid, un artista multidisciplinar al que he tenido el gusto de publicar un par de libros de aforismos, me parece que vuela a gran altura. Juan Manuel Uría, como él también pintor, Miguel Ángel Gómez o Paula Díaz Altozano son autores jóvenes con gran proyección. El haber podido dar a conocer a Manuel Feria, gracias a la intermediación de Mario Pérez Antolín, es algo de lo que me siento especialmente complacido. Carmen Canet practica un aforismo a ras de vida que me parece entrañable. Todos los nombres consolidados han aportado mucho al auge actual del aforismo en España y, entre ellos, no pocos de los que formaron parte de Aforistas españoles vivos: Neila, Arcas, Morante, Moro… Lástima no haber podido incluir a Fernando Menéndez, quien supone un auténtico “rara avis” en el género.

¿Hasta qué punto ha marcado el despliegue de El Aforista su propio trabajo creador?

Relativamente. De hecho, más bien ha supuesto una especie de espejo a lo largo del camino. En este sentido, el uso diario de Facebook sí ha espoleado mi vertiente creadora, al permitirme compartir mis textos de manera prácticamente simultánea a su escritura, obteniendo un eco inmediato. Me gustaría aprovechar para romper una lanza en defensa de las redes sociales, pues debo a ellas el haber podido acceder a la inmensa mayoría de los autores con los que tantos proyectos en común hemos podido sacar adelante. Como tantas cosas en la vida, Facebook no es más que el uso que hagamos de él. Yo, desde luego, no me puedo quejar.

¿Favorece al minimalismo conciso el gran despliegue de autores y títulos? ¿En qué baremos debemos fijarnos como lectores y escritores para alcanzar un nivel elevado de calidad y honestidad en la creación?

La expresión lacónica acompaña a la especie prácticamente desde los albores de la civilización. Máximas, refranes, consejas, oráculos, siempre han constituido una suerte de asideros ante la incertidumbre de la existencia. Esa dimensión utilitaria acababa favoreciendo cierta selección natural de las mejores propuestas, no siempre literarias. En la actualidad, nuestro modo de vida ha favorecido la utilización de las formas breves (microrrelato y aforismo, principalmente) que, más allá de su rápida absorción, propician una deglución lenta y meditada. Esa es la grandeza de la brevedad: que no se agota en un apresurado usar-y-tirar, sino que exige volver a ella una y otra vez para tratar de captar sus más íntimas resonancias, por utilizar una afortunada expresión del gran José Mateos.

El Aforista  finaliza trayecto. ¿Qué razones han forzado esa decisión?

No ha sido una razón forzada, sino una evolución natural. Como panorámica global, se puede decir que El Aforista ha cumplido con su misión. Ahora, cede el testigo a AFORIST@S, una publicación electrónica que, ya en su propia cabecera, muestra un carácter más plural y abierto, menos personalista. También he tenido en cuenta la necesidad de imprimir un nuevo impulso a las iniciativas en torno al aforismo: el “no dormirse en los laureles” implica, muchas veces, la necesidad de reinventarse, y así se ha hecho. Ahora, los aforistas cuentan con una nueva plataforma para dar a conocer sus propuestas. Creo que salimos ganando todos. Pero la última palabra la tienen, como no puede ser de otro modo, los usuarios.