Esa lumbre sagrada. Sobre la dignidad




Digno es no hacer nada moralmente execrable para obtener algo materialmente valioso.


*


Cualquiera que esté dispuesto a cualquier cosa con el objetivo de obtener cualquier otra, abre una vía de agua en su propia embarcación: precipita el hundimiento.


*


La dignidad te brinda un suelo tan firme que, por muy abajo que te encuentres, siempre te mantiene en un estado espiritual elevado.


*


Cuando uno atenta contra su propia dignidad, aunque logre salir adelante, se deja para siempre atrás, varado en el cieno.


*


Digno: íntegro, incluso despedazado. Indigno: degradado, mohoso y purulento, aunque aparezca cubierto de oropel.


*


Nadie pierde, en puridad, la dignidad, sino que la regala a cambio de… apenas nada.


*


Dignidad, en realidad, no es un sustantivo, sino un verbo: no existe en abstracto, sino que cada cual, todos los días de su vida y hasta el final, tiene que conjugarlo.


*


La dignidad tiene una boca curiosa: carente de labios, pero atestada de incisivos y colmillos afilados.


*


Los dignos también tropiezan pero, como los gimnastas, siempre caen de pie.


*


La dignidad es una dimensión personal con resonancias cósmicas: por eso cualquier menoscabo que le inflige a la suya un individuo concreto, tarde o temprano acaba dañando el universo entero.


*


Indigno, vil, mezquino, ruin, canallesco… ¡qué panoplia de sinónimos, a cuál más cacofónico, contra un único bello concepto: el de dignidad!


*


Con dignidad, el desposeído es amo, aunque duerma en un barril; sin dignidad, el poderoso es esclavo, por mucho que desayune todas las mañanas en una mansión con piscina.


*


Epítome de la dignidad: Diógenes conminando a Alejandro a que se aparte, que le tapa el sol.



[Publicado en La condición humanista y en Nunca se sabe]